lunes, 12 de mayo de 2014

CAPITULO 2 ASOMBRO



Nunca pensé que mataría a una persona. Pero las circunstancias me llevaron a eso. El accidente con el auto fue lo primero que me llamó la atención. El primer indicio de algo que se gestaba en mí. Muchas veces pasé por esa avenida, las manchas de sangre seguían estando, aunque secas. La adrenalina fluía sin control. La boca se me secaba a tal punto que no podía tragar saliva.
Comencé buscando en Internet casos de asesinatos a sangre fría, premeditados. Y en casi todos había una cosa en común. Todos terminaban presos.
En esos días justo pasó una película en al tele “Mr Brooks”, relata la vida de un asesino serial con doble personalidad. Pero este estaba muy loco, tenía un compañero imaginario, quien era el que lo azuzaba para cometer los asesinatos. Pero era muy inteligente, se preparaba muy bien para hacer la tarea, hacía trabajo de investigación de la/s víctimas. No dejaba nada al azar. Pero…siempre uno se equivoca, no existe el crimen perfecto.
Pero yo encontré la forma.
Leyendo muchos casos de asesinos seriales me di cuenta que la mayoría se quedaban con prendas o trofeos de los muertos. Lo usaban para recordar y regodearse con el hecho. Yo no necesitaba eso, yo quería ver la sangre, sentir y escuchar ese lento goteo del líquido pegajoso. Ver en sus ojos como la vida se iba escapando de a poco. No sentía la necesidad de torturar como otros. Mi placer estaba solo en ver la muerte de cerca.
Con los años fui aprendiendo. Usé muchas técnicas, las personas eran distintas, no había nada que las atara a un perfil psicológico del asesino.
Estuve meses investigando. Muchas veces salía de noche y me imaginaba a tal persona en la calle, como sería matarla. Y así me fui perfeccionando hasta en el más mínimo detalle. Tampoco usaría siempre el secuestro y tampoco siempre mataría en mi casa. Usaría los alrededores. El vivir en una ciudad de pocos habitantes y esta esté rodeada de bosques y terrenos grandes, daba muchas posibilidades.
Hasta que una noche tomé coraje y salí.
Dí unas pocas vueltas en el auto, no era conveniente que alguien viera pasar el mismo auto dos o tres veces.
Elegí un muchacho que evidentemente volvía de estudiar, llevaba carpetas en la mano, como vi que iba fumando aproveché ese acercamiento.
Estacioné un par de cuadras antes. Mientras me bajaba miré a mí alrededor y no vi a nadie cerca. Cuando estuve cerca, preparé mi mano derecha y con la izquierda saque un paquete de cigarrillos. Al pasar le pido fuego. Instintivamente me miró con suspicacia, pero al verme bien vestido supuso que no era un intento de robo. Cuando mete la mano en el bolsillo, saco la mía y de un solo tajo le corte la yugular. El chorro de sangre saltó un par de metros. No emitió ningún sonido. Aproveche para recostarlo contra un cantero que tenía un arbusto bastante grande y que me daba seguridad si alguien pasaba por la calle. El joven se agarraba el cuello y me miraba sin entender lo que pasaba. Habrá pasado un minuto, cuando la vida escapó de su cuerpo. Me incorporé despacio, no había ni un alma en los alrededores. Caminé hasta el auto. Había forrado todo el interior con un plástico para que no quede nada incriminatorio en él.
Me fui despacio hasta mi casa. Me saqué toda la ropa y la queme en el fogón, el plástico también.
Mientras me bañaba pensaba en la mirada del chico. Asombro.
Yo también estaba asombrado de lo que había hecho.
Pero sentía placer.

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