Nunca pensé que mataría a
una persona. Pero las circunstancias me llevaron a eso. El accidente con el
auto fue lo primero que me llamó la atención. El primer indicio de algo que se
gestaba en mí. Muchas veces pasé por esa avenida, las manchas de sangre seguían
estando, aunque secas. La adrenalina fluía sin control. La boca se me secaba a
tal punto que no podía tragar saliva.
Comencé buscando en
Internet casos de asesinatos a sangre fría, premeditados. Y en casi todos había
una cosa en común. Todos terminaban presos.
En esos días justo pasó
una película en al tele “Mr Brooks”, relata la vida de un asesino serial con
doble personalidad. Pero este estaba muy loco, tenía un compañero imaginario,
quien era el que lo azuzaba para cometer los asesinatos. Pero era muy
inteligente, se preparaba muy bien para hacer la tarea, hacía trabajo de
investigación de la/s víctimas. No dejaba nada al azar. Pero…siempre uno se
equivoca, no existe el crimen perfecto.
Pero yo encontré la
forma.
Leyendo muchos casos de
asesinos seriales me di cuenta que la mayoría se quedaban con prendas o trofeos
de los muertos. Lo usaban para recordar y regodearse con el hecho. Yo no
necesitaba eso, yo quería ver la sangre, sentir y escuchar ese lento goteo del
líquido pegajoso. Ver en sus ojos como la vida se iba escapando de a poco. No
sentía la necesidad de torturar como otros. Mi placer estaba solo en ver la
muerte de cerca.
Con los años fui
aprendiendo. Usé muchas técnicas, las personas eran distintas, no había nada
que las atara a un perfil psicológico del asesino.
Estuve meses
investigando. Muchas veces salía de noche y me imaginaba a tal persona en la
calle, como sería matarla. Y así me fui perfeccionando hasta en el más mínimo
detalle. Tampoco usaría siempre el secuestro y tampoco siempre mataría en mi
casa. Usaría los alrededores. El vivir en una ciudad de pocos habitantes y esta
esté rodeada de bosques y terrenos grandes, daba muchas posibilidades.
Hasta que una noche tomé
coraje y salí.
Dí unas pocas vueltas en
el auto, no era conveniente que alguien viera pasar el mismo auto dos o tres
veces.
Elegí un muchacho que
evidentemente volvía de estudiar, llevaba carpetas en la mano, como vi que iba
fumando aproveché ese acercamiento.
Estacioné un par de
cuadras antes. Mientras me bajaba miré a mí alrededor y no vi a nadie cerca.
Cuando estuve cerca, preparé mi mano derecha y con la izquierda saque un
paquete de cigarrillos. Al pasar le pido fuego. Instintivamente me miró con
suspicacia, pero al verme bien vestido supuso que no era un intento de robo.
Cuando mete la mano en el bolsillo, saco la mía y de un solo tajo le corte la
yugular. El chorro de sangre saltó un par de metros. No emitió ningún sonido.
Aproveche para recostarlo contra un cantero que tenía un arbusto bastante
grande y que me daba seguridad si alguien pasaba por la calle. El joven se
agarraba el cuello y me miraba sin entender lo que pasaba. Habrá pasado un
minuto, cuando la vida escapó de su cuerpo. Me incorporé despacio, no había ni
un alma en los alrededores. Caminé hasta el auto. Había forrado todo el
interior con un plástico para que no quede nada incriminatorio en él.
Me fui despacio hasta mi
casa. Me saqué toda la ropa y la queme en el fogón, el plástico también.
Mientras me bañaba
pensaba en la mirada del chico. Asombro.
Yo también estaba
asombrado de lo que había hecho.
Pero sentía placer.
Muy bueno. Me gusto. Vamos
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