miércoles, 12 de abril de 2017

CAPÍTULO 14 MUERTE EN BUENOS AIRES



Tenía que cerrar una historia en su vida y luego de que había pasado bastante tiempo y alejado de todo eso que pudiera levantar sospechas, preparaba una visita más.
Aproveché en las vacaciones de invierno que podía viajar a cualquier lado sin tener que dar explicaciones. A conocidos les dije que me iba unos días a Neuquén, cuando en realidad preparaba un viaje a Buenos Aires, donde vivía una mujer a la que tenía la necesidad imperiosa de matar para saciar mis ansias de venganza. Ni vale la pena contar el porqué, solo que valía la pena cerrar ese círculo de mentiras, traiciones y que realmente se lo merecía.
Alquilé un depto en una ciudad de Neuquén ya no importa saber cuál, en donde me hice ver por la gente como un turista más. Y una noche cuando ya tenía todo bien planeado, partí hacia Baires. Tenía una parada segura que era un hotelucho de mala muerte en provincia en donde ni siquiera te pedían documento ni mayores datos, te podías registrar con nombre falso.
La misma mañana en que llegue preparé todo, salí a dar unas vueltas para ver bien la localización de cámaras policiales y la de negocios o particulares. No quería quedar en ninguna grabación que luego pudiera usar la cana o saliera en los noticieros. Eso me llevó un par de horas de vueltas, para no llamar la atención.
Fui hasta la locación en donde daba clases de arte, saqué mi cuerda de piano de ahorque y lo reemplacé por un alambre de acero fino, no quería ser demasiado evidente con la cuerda de piano y que me pudieran rastrear por algún resto que quedara.
Esperé a que saliera del lugar y mientras se despedía de sus alumnos y guardaba sus cosas en los asientos de atrás del auto, salí lentamente de la obscuridad de los árboles de la vereda y me acerqué por detrás. Su culo gordo asomaba por la puerta trasera y fue su fin cuando se enderezó y cerró la puerta. El alambre brillante cortó cualquier grito que quisiera dar. Sentí el tronar de la garganta cuando fue cercenada, en ese instante apoyé mi rodilla contra su corta espalda y la presión hizo que sus siliconas mal operadas casi se reventaran contra la puerta del auto. Seguí empujando y tironeando hasta que la cuerda hizo un chasquido al chocar contra las vértebras cervicales. Un poco más de presión y la cabeza cayó casi en cámara lenta al suelo, el cuerpo aún apoyado en la puerta fue descendiendo mientras un gorgoteo del cuello rebanado manchaba el auto y el suelo.
Miré a todos lados, nadie se percató de lo sucedido, no llevó más de diez segundos la decapitación. Saqué una bolsa negra del bolsillo de la campera y caminando lentamente hacia la obscuridad iba guardando cable y guantes.
En el auto pude cambiarme completamente, toda la ropa usada la puse en bolsas, incluido los zapatos. Manejé hasta una fábrica abandonada donde ni los linyeras osaban andar. Ahí quemé en un tambor toda posible evidencia que me incriminara. No había forma de rescatar ningún indicio de adn.
Feliz que el proyecto terminara y el círculo vicioso mental tuviera fin.
Volví a viajar hacia Neuquén mientras escuchaba música.
Fueron unas vacaciones hermosas.